Conectar agendas para avanzar en la igualdad de género
Por Flavia Tello Sánchez*
Con ocasión de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el pasado 8 de marzo de 2015 ONU Mujeres lanzaba la campaña «Por un planeta 50-50 en 2030: Demos el paso por la igualdad de género» exhortando a los gobiernos de todo el mundo a realizar compromisos nacionales específicos para abordar las dificultades que impiden el desarrollo pleno de las mujeres y las niñas.
Sin duda la agenda de las mujeres está teniendo cada vez un mayor posicionamiento en las agendas públicas, al menos, en las normas y en el discurso. Sin embargo, subsiste un velo patriarcal que obstaculiza que los compromisos se efectivicen en la práctica. Aún cuando 189 Estados se han comprometido a adoptar una serie de medidas tendentes a eliminar toda forma de discriminación contra la mujer, ratificando la CEDAW o promoviendo la institucionalidad de género y generando políticas públicas a favor de la igualdad, la realidad es que la voluntad política poco se ha traducido en acciones específicas a favor del empoderamiento y desarrollo de las mujeres, en transversalidad del enfoque de género en las políticas públicas y en presupuestos sensibles al género que, en este sentido, vienen a reflejar el nivel de compromiso de un gobierno para con la igualdad, y que actualmente tienen impactos diferenciados en hombres y mujeres.
Aún más, los espacios locales, en especial las comunidades rurales y con una marcada impronta étnica, son muchas veces “ajenos” a la visión de los planes y políticas nacionales de gobierno; cuánto más en términos de equidad de género. Las políticas nacionales debieran por tanto estar conectadas a las agendas de los gobiernos locales de tal forma que los procesos de desarrollo tengan sentido para la población desde un enfoque incluyente, sustentable y vinculado al territorio (Ranaboldo y Solana, 2008). Ningún plan, programa o políticas de equidad de género podrá ser más acertado que el que sea diseñado por un gobierno local en la medida que éste responda a un adecuado diagnóstico, reforzado –en la medida de lo posible-, por la legitimación ciudadana a través de procesos participativos; sólo posibles éstos en el ámbito local.
Es en el espacio local donde las relaciones familia-sociedad-gobierno pueden ser más estrechas, por lo que, en función de ello, son mayores las posibilidades de provocar una mayor participación y conectividad entre los diversos actores buscando, en cualquier caso, el bienestar de las personas y el desarrollo de las ciudades en un marco de igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, esa necesaria y enriquecedora participación poco traduce las necesidades específicas e intereses propios de las mujeres. No sólo porque las agendas de gobierno y las políticas públicas suelen ser concebidas y diseñadas desde la perspectiva mayoritaria de los hombres en los espacios de poder y toma de decisión, sino porque además, paradójicamente, al parecer la mayor representación de las mujeres tampoco está garantizando respuesta a los intereses femeninos.
Resultaría estratégico entonces conectar la agenda política de las mujeres en espacios de poder con las contribuciones de las agendas de las organizaciones sociales de mujeres y las organizaciones feministas. Conectarlas con el propósito de fortalecer la representación sustantiva por parte de las mujeres políticas, de fortalecer una masa crítica entre las mujeres políticas conducente al mejoramiento colectivo de las representadas. Una estrategia exitosa al respecto es la que han adoptado varios municipios latinoamericanos, al instalar en sus estructuras, órganos consultivos integrados por representantes expertas de las organizaciones sociales especializadas, fortaleciendo así efectivos mecanismos de género.
Porque además debemos empezar por reconocer que las mujeres no somos todas iguales. Nuestra raza, etnia, situación económica, edad, enclave territorial, capacidades diferentes, religión, orientación sexual, etc., condicionan y determinan distintas situaciones de desigualdad, discriminación, opresión o vulnerabilidad.
Es necesario por tanto crear espacios permanentes de interlocución entre la agenda pública y la agenda de las distintas mujeres de la ciudad, potenciando un estilo de relación democrática en la toma de decisiones, facilitando procesos, considerando la integralidad y la diversidad de las personas y manejando una concepción valorativa de los aportes y participación de los diferentes actores sociales, entre los cuales, es primordial, como bien señala Ana Falú, incluir las voces de las mujeres.
Y necesitamos inevitablemente conectar la agenda de las mujeres con hombres democráticos y comprometidos con la igualdad, hombres que comprenden que la igualdad entre hombres y mujeres es una condición sine qua non para el desarrollo. Como bien dice María Arboleda, “necesitamos de la sabiduría y generosidad de los hombres para hacer menos difíciles estos cambios, que tienen un empuje histórico incontrastable”.
Se busca generar el compromiso de todos los actores sociales a favor de la igualdad de género a partir de una visión más amplia sobre la participación de hombres y mujeres en el desarrollo, lo que sin dudas contribuiría a fortalecer una mayor cohesión social.
Los desafíos que han asumido los municipios los ubican como motores movilizadores del desarrollo y la calidad de vida de la ciudadanía, y siendo el escenario más cercano y más sensible a las necesidades de la población, no es ajeno a la responsabilidad y competencia por procurar la igualdad entre hombres y mujeres. Si bien han sido el asistencialismo y el paternalismo las formas más tradicionales que han utilizado los gobiernos locales para atender las problemáticas de las mujeres, el rol actual impone adoptar estrategias más integrales y de largo impacto para favorecer el desarrollo en un marco de igualdad.
Aún más, los gobiernos locales emergen como los principales instrumentos para impulsar acciones tendentes a erradicar las situaciones de desigualdad y transformar las sociedades, abriendo canales realmente democráticos de participación y construcción de las ciudades. Es en este contexto donde mejor puede ser reforzado el empoderamiento femenino y la participación social y política de las mujeres en igualdad de oportunidades, sin embargo, paradójicamente, es donde más situaciones de desigualdad de género y opresión se producen.
“Por un planeta 50-50 en 2030” nos emplaza a reafirmar el compromiso de todos y todas para allanar las desigualdades entre mujeres y hombres. Una meta que tiene que reforzarse en la que, desde la Unión Iberoamericana de Municipalistas, estamos convencidos que los espacios locales tienen mucho que aportar.
Es la cercanía que sólo aporta el espacio local la que nos da la oportunidad de poder captar las necesidades más específicas de las mujeres de nuestras comunidades y sus intereses estratégicos. De poder escucharlas, trabajar con ellas, y que éstas se conviertan en artífices de su propio empoderamiento y sujetos del desarrollo humano y del desarrollo local.
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*Flavia Tello Sánchez es Directora del Gabinete Técnico y Responsable de la Unidad de Género de la Unión Iberoamericana de Municipalistas. Es Licenciada en Administración Municipal, Máster en Género, Sociedad y Política y Máster en Dirección y Gestión Pública Local. Es miembro fundadora y actualmente Secretaria Técnica de la Red Iberoamericana de Municipios por la Igualdad de Género.